martes, 22 de abril de 2008

Una antropología apocalíptica de lo indio


En las críticas que lanza Valcárcel al Indigenismo “humanitario” de Dora Mayer y Clorinda Matto de Turner se ponen de manifiesto los extremos más suaves y duros de este movimiento social y artístico:

Pro – Indígena. Patronato, siempre el gesto del señor para el esclavo, siempre el aire protector en el semblante de quien domina cinco siglos. Nunca el gesto severo de justicia, nunca la palabra del hombre honrado, no vibraron jamás los truenos de bíblica indignación. Ni los pocos apóstoles que en tierras del Perú nacieron pronunciaron jamás la santa palabra regeneradora. En femeniles espasmos de compasión y piedad por el pobrecito indio oprimido transcurre la vida y pasan las generaciones. ¿No hay un alma viril que grite al indio ásperamente el sésamo salvador? Concluya de una vez por todas la literatura lacrimosa de los indigenistas[1]


La utopía indigenista cobra tintes que van incluso más allá de la revolución socialista que propugnó Mariátegui, un Apocalipsis racista hasta con los propios indios que cobra vida a partir del contrapunto de dos relatos en sendos capítulos de Tempestad en los Andes. El primero de ellos, “Sierra trágica” da cuenta de la resistencia cultural en las comunidades indígenas:

Se había sublevado la indiada. Su rebelión se reducía a negarse a trabajar para el terrateniente. Llegaron abultadísimas las noticias al Cusco y el Prefecto, alarmado, mandó cincuenta gendarmes a dominar la sublevación. Los indios se hallaban reunidos un domingo en la plazoleta del pueblo. Comían y bebían en común, recordando los pasados tiempos de sus banquetes al aire libre, presididos por el Inka o por el Kuraka. ¡Estaban reunidos! ¡conspiraban! Y sin más el jefe de la soldadesca ordenó fuego. Los indios no hueron. Tampoco se defendían, puesto que estaban inermes. Llovían las balas y comenzaron a caer pesadamente las primeras víctimas. Entonces, algo inesperado se produjo. La banda de músicos indios inició un k´aswa y hombres y mujeres agarrados de la mano comenzaron a danzar frenéticamente por sobre los heridos, por encima de los cadáveres y bajo las descargas de la fusilería. Danzó alocada la muchedumbre y el clamoreo ascendía cada vez más alto como la admonición de la sierra a todos los poderes cósmicos (Tempestad en los Andes, pg 64)

Es sobre la capacidad y la resistencia de los indios – una “raza cósmica” que opone cantos y bailes a las balas – que Valcárcel edifica su utopía apocalíptica:

La cultura bajará otra vez de los Andes. De las altas mesetas descendió la tribu primigenia a poblar planicies y valles […] de la humana nebulosa, casi antropopiteco, surgió el Inkario, otro iluminar que duró cinco siglos y habría alumbrado cinco más sin la atilana invasión de Pizarro […] No ha de ser una resurrección del Inkario con todas sus exteriores pompas […] No adoraremos siquiera al sol, supremo benefactor. Habremos olvidado para siempre los khipus […] La Raza, en el nuevo ciclo que se avecina, reaparecerá esplendente nimbada por sus eternos valores […] Los hombres de la Nueva Edad habrán enriquecido su acervo con las conquistas de la ciencia occidental y la sabiduría de los maestros de Oriente. El instrumento y la herramienta, la máquina, el libro y el arma nos darán el dominio de la naturaleza; la filosofía […] hará penetrarse nuestra mirada en el mundo del espíritu […] Se cumple el avatar: nuestra raza se apresta al mañana. Puntitos de luz en la tiniebla cerebral anuncian el advenimiento de la Inteligencia en la actual agregación subhumana de los viejos keswas (Tempestad en los Andes, pg 23 – 25)


[1] Tempestad en los Andes. Biblioteca Amauta. 1927. Lima. Pg 26
Nota: La fotografía es "Jinetes sobre la nieve" de Martín Chambi

1 comentario:

CALIMA dijo...

Hola!

Carmen-máster (Tenerife) al habla.

De momento poco puedo aportar, excepto alguna web que he encontrado con la que quizá pueda tener relación vuestro blog.

Aquí van:
http://www.indigenasinfronteras.org
http://www.aymarasinfronteras.org
http://indigenas-sin-fronteras.nirudia.com


Vagi bé!